Pedro J. Ramírez dice en facebook que le faltan veintitantos días para recobrar la libertad. Pobre prisionero: desde su mazmorra repleta de millones, ha creado una empresa y la ha llamado #nohacefaltapapel. En 2015 alumbrará, cómo no, un medio digital. ¡Qué mas quisiera él que lanzar un diario impreso!
Qué pena. Qué injusto y desagradecido eres, Pedro J. Y qué irresponsable.
Con #nohacefaltapapel, almohadilla incluida, el ex director de El Mundo se suma al grupo de arribistas que se mofan del periodismo impreso. Esos que celebran y aventan jubilosos las malas noticias que llegan de los diarios de papel: cuanto peor, mejor. Son los mismos que queman el papel en blogs. Los que vienen anunciando la muerte de los periódicos. No les vale con eso: son también los que aseguran tener la patente periodística, la pócima mágica. Al parecer, son los únicos que saben… vender humo. Eso sí, ¡cómo lo venden!
Y mientras estas personas siguen dale que te pego, aburridamente, leo en papel cosas mucho más estimulantes. Que París Match vende todas las semanas 600.000 ejemplares, por ejemplo. Francia es un hervidero de publicaciones y de lectores. De creatividad y convicción editoriales. No hay más que pararse en un quiosco. ¡Ah, cómo envidio a Francia! La envidio incluso ahora que Liberátion anuncia la salida de un tercio de sus periodistas.
En papel leo a Guadalupe Nettel, novelista mexicana: “Para ser creativo tienes que callar al juez que llevas dentro, decirle: No hables ahora”. Me hace pensar en mi juez, implacable tantas veces con todo y con todos. También leo a Harold Bloom, el crítico de críticos, que la ha armado buena: “En la literatura actual no hay nada radicalmente nuevo”.
¿Nuevo? ¿Qué es nuevo? ¿Qué es innovar? ¿De verdad es tan importante la innovación, estar a la última? “Nada hay nuevo bajo el sol”, proclama el desesperanzado Qohelet en el libro del Eclesiastés. A propósito de Bloom, Alberto Manguel escribe en El País: “(…) Hay creadores auténticos, inspirados autores que, no sabemos ni por qué ni cómo, nos dan viejas palabras en permutaciones nuevas para nombrar aquí y ahora nuestras ancestrales angustias, temores y esperanzas”. Lo siento, Bloom.
Leo, cómo no, en papel a Julio Caro Baroja, de quien se cumple el centenario de su nacimiento. Caro solía citar a Kant —leo, sí, leo— por influencia de su tío Pío. “El hombre debe conocerse a sí mismo desde dentro, y no por confrontación o comparación”. Qué certero y demoledor vuelve a ser nuestro querido Qohelet: todo, todo es vanidad. Y en esa aventura vanidosa y empobrecedora, corta de miras, miserable, nacida del resentimiento, no desde dentro, andan ahora personas influyentes como Pedro J. Ramírez, que todo lo deben al periodismo impreso. Lástima que algunos lo vayan a seguir.
Alguna vez pensé que soy periodista por mi tío Fernando. Pero, en realidad, soy periodista —agárrate, papá— por mi padre. Perito agrícola, no fue nunca suscriptor ni tampoco compraba la Hoja del Lunes, cosa que yo no podía entender: ¡estar dos días sin periódico! Pero, salvo los lunes, el diario jamás faltó en casa. Él me enseñó a amar con sencilla hondura los periódicos.
No soy ingenuo ni nostálgico. Ni ciego. Ni viejuno. El papel nos humaniza y nos hace entender el mundo mejor que la pantalla. Hace falta papel. ¡Claro que hace falta papel! A ver, si no, cómo nos limpiamos el culo de tanta mierda.