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Periódico es una palabra importante

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Regreso de Salzburgo, donde el editor de un exitoso grupo de revistas comparte la mayor parte de mis inquietudes profesionales y, sobre todo, se muestra frágil y humano. La vida consiste en asumir tranquilos que nuestros problemas no son nunca los más importantes, me dice mientras conduce. Circula con parsimonia, escrutando cada casa, cada rincón. Paladeándolos. Detrás viajan dos perros. Entre el hotel y la oficina, atravesamos colinas tan verdes que ciegan la vista. Se le ve contento en un lugar que es el suyo, su lugar en el mundo, como el mío es Pamplona.

Al editor en cuestión no le interesan las redes sociales y apaga el móvil los fines de semana. Casi nunca son ‘importantes’. Ha desarrollado una plataforma digital de servicios profesionales que le da dinero. También hace un buen dinero con sus revistas impresas. Comentamos el gráfico a doble página que hemos preparado para el próximo número de su revista. En términos de circulación, el declive de la prensa alemana en los últimos cincuenta años es demoledor. Se salva Die Zeit, que es un caso digno de estudio. Le digo lo de siempre: nadie habla de contenidos. ¿Dónde quedan? Los contenidos son preferentemente del papel y desde luego de pago escrupuloso, subraya sin dudar. Los contenidos son el único camino, apostilla. Coincido. No es un nostálgico trasnochado. Todavía tiene fe… y algunos datos. Pero en seguida pasamos a hablar de cosas ‘importantes’. De esquí, de la montaña. He subido todas esas cumbres que ves desde aquí, confiesa con un punto de orgullo. De la casita de invierno que está añadiendo a la suya principal. De los hijos pequeños de su novia. De vinos, claro. La otra noche probamos cuatro blancos, puro frescor de uva austríaca.

Aprovecho la escala en el aeropuerto de Francfort para leer a Javier Gomá y mirar aviones. No dejan de asombrarme. Los aviones son como los coches: tienen cara. Y porte, y temperamento. Hablan. Los Airbus, por ejemplo, son más femeninos que los Boeing. Más redondeados, menos afilados. Más amables y locuaces. El morro del A320 me recuerda al de un delfín sonriente. El A340 es alargado y presumido. Delicadísimo en su majestad. El A330 viste de ejecutiva. Y el gigantesco A380, sin cuello, tan fornido y paticorto, engaña. Me desconcierta. El viejo y jorobado Boeing 747, en cambio, es anguloso, tiene el ceño fruncido, luce siempre preocupado. O concentrado. Muy responsable. El 737 es como un felino, no te puedes fiar de él. ¡En qué cosas poco ‘importantes’ piensa uno durante una escala!

De repente, llega un whatsapp a Francfort. Viene de Argentina. Otro editor quiere contarme las novedades organizativas en Clarín, que abundan en la tendencia dominante y contaminan de SEO el periodismo. Pero antes se le ha escapado por error este mensaje: “Miércoles 7 de septiembre de 2016: el día que murieron los diarios en Estados Unidos”. Como es natural, lo abro de inmediato y continúo leyendo: “La Newspaper Association of America (Asociación de Diarios de Estados Unidos), la principal asociación de periódicos del país desde 1887, quitará esta semana la palabra “newspaper” de su nombre”. La NAA ha decidido llamarse a partir de ahora News Media Alliance (Alianza de Medios de Noticias). La última columna de Jim Rutenberg, el especialista en medios de The New York Times, es muy explícita. “Un día, dentro de muchas décadas, cuando sus nietos le pregunten: ‘abuela, ¿qué era un diario?’, usted buscará como referencia el miércoles 7 de septiembre de 2016. Porque es posible que quede en la historia como el día en el que los diarios estadounidenses, como los conocimos, fueron trasladados de la unidad de cuidados intensivos a la de cuidados paliativos, en su camino al más allá”, escribe. Para David Chavern, presidente de la NAA, la palabra ‘diario’ es hoy un sinsentido.

No coincido. ‘Periódico’ (o ‘diario’) es la palabra que utilizamos para nombrar el resultado ‘físico’ de nuestro oficio, ya sea impreso o digital. En inglés dirían el ‘delivery’. ‘Periódico’ está vinculado a periodismo, y viceversa. ‘Medios’, no. ‘Medios’ es una palabra extraña, intrusa. Sospechosa. ‘Periódico’ materializa una manera de ver y contar el mundo: nuestra vocación última. Un periódico tiene porte y distinción. Tiene cara, como el vino o los aviones. Sabe. Dice. Huele. Es único e irreductible. No se entrega a nadie, o no debería, y menos a gigantes distribuidores con otros intereses. Sirve, como diría Grassa Toro. Tiene alma. No es lo mismo hablar de periódicos que de medios; como no es lo mismo hablar de periodistas que de otros personajes que campan a sus anchas ya en las salas de redacción. Renunciar a la palabra ‘periódico’ es hacer dejación de funciones, traicionar lo que somos, confirmar nuestro declive. Echarnos en brazos del enemigo definitivamente.

‘Periódico’ es una palabra muy ‘importante’. Sin periódicos no hay periodistas.

Postdata. En el número que circula esta semana, Die Zeit publica una gacetilla en portada que se refiere al anuncio de la ya antigua Newspaper Association of America. En ella, se dice lo siguiente: “La asociación de los editores americanos (Newspaper Association of America) se llama desde ahora News Media Alliance. Han eliminado la palabra “newspaper” porque muchas noticias hoy en día no se imprimen sino que se envían. En la cabecera de The New York Times todavía figura el eslogan “All the News That’s Fit to Print”. Deseamos suerte y bendiciones al Times y a nosotros, autores de noticias en papel”.


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