Noticias grandes y gordas como la que llama a la puerta estos días se reviven con el paso del tiempo con más detalles de lo habitual. Se suele recordar con quién las viviste y también dónde, y suelen aparecer esos pequeños detalles que le dan al recuerdo una sensación más intensa y verosímil, que un día nos hace decir que parece que fue ayer.
Así pues, la madrugada en la que Donald Trump sale elegido Presidente de los Estados Unidos me encuentro durmiendo solo, en la pequeña y sencilla habitación con puerta de cristal de una posada en Morata de Jalón, cerca de Chodes, cerca de La Cala (donde ocurren cosas), en Aragón, junto a Miguel Angel y Javier, que también estarán, digo yo, durmiendo.
En ese momento llega la noticia en forma de vendaval repentino, sin motivo ni explicación física. Se mueve todo objeto de pie en la casa. Escucho el sonido de llaves, de jarrones del patio y plantas. Se me quedan pequeñas las sábanas: ha debido de ganar el pelirrojo, pienso. Se ha estado riendo de nuestras caras al otro lado de la pantalla desde hace dos años.
Confirmo la noticia de viva voz, cuando me levanto y bajo a desayunar: Miguel Angel responde a mi temblorosa pregunta al fondo del pasillo, a contraluz, con voz grave y en caja alta: Ha ganado TRUMP.
El vendaval y la voz de Miguel Ángel llegan a mis oídos mucho antes que la noticia a las rotativas. Los diarios no la van a llevar a la primera, no hoy. Compraré el periódico mañana para el tren de vuelta a casa, y haré como si este miércoles se hubiera apagado internet.
Pero las horas del día pasan y las noticias llegan. Breves y repetidos, ingeniosos titulares, comentarios, tuits, opiniones, sms, notificaciones que entran sin parar en el teléfono, las bolsas, ¡las bolsas!, dice Javier, ¿y a quién le importan?. Avisos que llegan mientras trabajas, en el baño, mientras escribes, mientras hablas, se cuela entre tus labios y lo escupes como a una mosquita. Abres la boca y, sin quererlo, Trump estaba ahí.
Y así llega la tarde, comemos, caminamos hasta una vía de tren, visitamos un pueblo que leído al revés se llama DEBOT donde los niños son los únicos habitantes, como en la película de Chicho Ibañez Serrador. Todo me parece apropiado para este día.
Con la puesta de sol empiezan a llegar los memes. La estatua de la Libertad se tapa la cara. Un robot con la cara de Hillary proyecta rayos destructores sobre un Gozilla Trump que escupe fuego. Concurso de belleza entre hijas de presidente y candidata. Tiriqui Trump!
Y tengo en un momento del día una sensación algo terrorífica. El día de la ‘coronación’ del Presidente de los Estados Unidos, a pesar del muro de contención de La Cala, de Chodes, de una preciosa fachada morisca, de un pueblo que se llama Tobed, de Carlos Grassa, de ensayar el ensayo y anestesiar la lengua con cerveza, amontillado y vino tinto… no consigo evitar que parezca un día normal.
Me acuesto inquieto. En la habitación hay una leve brisa que se cuela por alguna rendija.
El día en que revivamos esta noticia nos resultará difícil recordar qué fue la portada y qué el meme.