A veces pienso en El Puerto de Santa María no sólo como un departamento, sino como un contrapeso de la isla de Cádiz. Al otro lado de la bahía, a la sombra, como lo hacen los viejos contrafuertes de su iglesia prioral, que aún me pregunto cómo se las arregla para seguir en pie.
El Puerto es un muro sólido pero agrietado. Y en ese muro hay viejas —pero duras— rocas. Una de ellas se llama Paco y viene amenazando con jubilarse “para siempre” desde hace ya demasiado tiempo, aunque nunca lo haga. Sigue ahí, aguantando el tipo. Paco no llega al metro cincuenta y cinco y es canijo, encorvado y moreno, peinado hacia atrás con fijador. Pura fibra y pellejo, Paco deposita 7 euros con 70 en el mostrador de la librería Zorba. Todas las mañanas repite el ritual. María, la librera, al otro lado del mostrador, cuenta las monedas. Cuando las cuentas salen, Paco se da media vuelta y se marcha por donde ha venido sin decir palabra, en modo ahorro de energía.
Al final me he decidido a preguntar por el misterioso origen de esas monedas. María me lo explica: «7.70 euros es lo que cuestan los 7 diarios del reparto de Paco». Lleva 10 años haciéndolo, por lo menos desde que la librería se mudó allí, que es lo mismo que decir desde que María tiene memoria de librera. No sé si Paco La Roca se lleva algo a cambio de lo que hace, imagino que sí; pero eso ya es mucho preguntar.
Todos los días a las 7 de la mañana Paco accede al hueco que hay entre la puerta y la cancela en el que están ya depositados puntualmente los diarios, y se lleva unas docenas de ejemplares del Diario de Cádiz, además de uno o dos diarios deportivos. Siete de ellos los deja en el Bar Manolo, en el Bar Vega y en establecimientos de la calle Larga, su área de acción. En esta calle se lee el Diario de Cádiz. Y en sus bares se comentan las noticias locales con desparpajo. Merece la pena escuchar las conversaciones. Ahí te enteras de casi todo.
Hoy hace 7 años ya que aparqué en El Puerto de Santa María. Aquí sigo. Gran parte de lo que he llegado a conocer de aquí ha sido gracias a desayunar en estos bares, y también a este diario, fundado el 16 de junio de 1867 por Federico Joly, que hoy cumple 150 años de vida. Sus textos suenan diferente a oídos de un forastero como yo. Son a ratos más floridos y utilizan un vocabulario sabroso. Mi sección favorita es la de polis y cacos. No hay mucho que decir hoy por hoy sobre sus gráficos, que en otro tiempo existieron y deslumbraron. Entre sus fotografías, destacan las de Fito Carreto, porque Pablo Bernardo ya no está. Las de Fito son las fotos que nadie se atrevería o a nadie se le pasa por la cabeza hacer. Son fotos por lo general pensadas, con intención, que siempre te cuentan algo, y fácilmente identificables.
El periódico, dirigido hoy por David Fernández Mejías, no ha mostrado un aspecto muy diferente al de ayer, aparte de un homenaje gráfico a la primera portada. Pero sí ha colocado una exposición que recopila fotos publicadas a lo largo de la historia del periódico en el Muelle de Cádiz en las que cualquier gaditano se reconoce, o publicado hoy un suplemento especial titulado “1867-2017. El futuro que cuenta”. Y mira hacia mar abierto, otorgando el I Premio Joly a Anne Hidalgo, alcaldesa de París de sangre gaditana. Además, homenajea a una nueva y prometedora generación de gaditanos futbolistas, cocineros, escritores, emprendedoras, y mira con cierta nostalgia a su pasado.
Yo le invitaría al Diario de Cádiz a que no se olvide del otro lado, el que lo sustenta a la sombra, formado por personajes anónimos como Paco La Roca. Felicidades.