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Diarios serios, muy serios, tremendamente serios…

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Hacer un diario es algo muy serio. Trabajar en un diario es algo muy importante. Antes lo era. Ya lo creo. Cuando dejé el primer diario donde trabajé, hace muchos años, a mi padre casi le da un soponcio. Estaba muy orgulloso de mí hasta ese día, luego no tanto. No es lo mismo trabajar que no trabajar en un periódico. No es lo mismo salir que no salir en un periódico. Que se lo digan a la infanta Cristina. Ayer sonreía muy seria porque sabía que hoy iba a salir en las portadas de todos los periódicos.

Ahora, con un diario no se juega. Hacer, vender un diario no es como como vender sartenes o cremas. No es como vender ropa. Un diario es algo muy serio, sí. Aunque no tanto como nos creemos… Un diario no es algo sagrado. No es algo aburrido ni afectado. Un diario serio es capaz de reírse de sí mismo, no se toma tan a pecho todo, no es tan serio como parece.

Julio Camba, maestro de columnistas, se presentaba así a los lectores de Abc en 1913: “Mi nombre es Camba (…). Entrar en un periódico es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida. Yo me encuentro muy cohibido al principio. No me atrevo a contar chistes (…). Escribo mis artículos como escribo mis cartas y claro está que no voy a escribir por vez primera a los lectores de Abc como se le escribe a un amigo antiguo. Yo necesito saber que el lector me conoce ya, que es indulgente con mis apasionamientos, que, acostumbrado a mis pequeñas paradojas, no va a tomarlas completamente en serio; que va a leerme, en fin, como se lee a un amigo, y que muchas veces, en lugar de enfadarse contra mí, va a sonreír afectuosamente (…). Mi nombre es Camba, y en el fondo soy un buen chico (…). Necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma”.

Cada vez que trabajamos con un diario, cuando toca reflexionar y si es caso rediseñar, siempre es lo mismo: estallan los miedos, y por ahí surge lo dizque intocable. Qué cosas se escuchan, a qué argumentos pueden llegar a agarrarse algunos, qué pena de seriedad tan seria la de muchos diarios. Por eso, me gustan los otros diarios serios: los que no usan a sus lectores como excusa, los que escriben a esos lectores como quien escribe a un amigo, los que se mueren de la risa porque la vida es muy seria. Los que se atreven a poner el logo del revés.

El pasado 24 de enero Libération lanzó su especial Libé des graphistes (debajo, la edición completa en dobles páginas); el 30, su ya tradicional Spécial Angôuleme. Sufre Libération —quién no— y aún así es capaz de quitarle hierro al asunto. O quizá por eso. Y colorea, clona, manipula, desfigura (…) su logo, y con él todas y cada una de las cabeceras de sección. Se ríe de tanto estúpido tabú. Lo verdaderamente serio de los diarios no está nunca en el logo.

Menos mal. Sin estos diarios serios la vida sería de risa.


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