No creo que Chris Ware (Omaha, 1967) haya oído hablar nunca de Marvin Teel (Christopher, 1924), que falleció el pasado sábado 21 de junio. Ignoro si Teel conocía a Ware, aunque es poco probable. Chris Ware es fabricante de historias; Marvin Teel las repartía en su bicicleta Schwinn.
Durante 45 años Marvin Teel repartió The Benton Evening News en su pueblo del condado de Franklin (Illinois, Estados Unidos). Incluso este mismo año, incluso el día en que lo ingresaban en el hospital para no salir más, según informa The Southern Illinoisian, el diario en el que publicaba sus cartas al director. Dicen que era un prolífico contribuyente de esa sección.
Teel reivindicó para sí antes de morir el hecho de ser el repartidor de diarios más viejo del mundo. Veterano de la Segunda Guerra Mundial, graduado en física, química y matemáticas, y reparador de antenas durante décadas, la World Association of Newspapers debería tributarle un emocionado homenaje en su próximo congreso anual antes que esas mil zarandajas en las que se suele enredar, y desde luego abrirle espacio en el desesperazado informe de situación que cada año presenta, y que sólo salvan India y otros pespuntes latinoamericanos o asiáticos. Con gente como Teel… Por cierto, daría cualquier cosa por saber cuántos periódicos repartió en su vida. Datos y testimonios, pero primero datos, sin preocuparse por efectismos vacuos, como procuro inculcarle cada día a mi paciente hija. Pobre.
Gracias a Miguel Ángel Jimeno, leo sobre Marvin Teel que era una buena persona y un impertubable ángel guardián de los diarios. Tengo para mí que ambas cosas van indisolublemente unidas: no es posible ser mala persona y contar buenas historias.
La de Teel es una historia conmovedora de principio a fin. Igual que la historia de la mujer que protagoniza ‘Fabricar historias’, la última obra de Chris Ware —al que algunos se refieren como el Joyce del cómic—, el ¿libro? más premiado de los últimos tiempos, un artefacto multiformato e inclasificable, pero sobre todo en papel, porque en el fondo el dibujante norteamericano reivindica el soporte impreso y, singularmente, los periódicos.
De la mano del papel, con sus 14 libros, cuadernillos, revistas, diarios, folletos, tiras y hasta un tablero de juego de mesa, un cofre del tesoro de 260 páginas en donde no cabe el orden aunque sí el concierto, Ware habla del sentido de la vida y de la búsqueda infructuosa de la felicidad. ¡Ah, ser feliz! ‘Fabricar historias’ es el fruto de diez años de trabajo y el reconocimiento de un imposible. Impresiona su rigor, y aún más su silencio íntimo y clamoroso. Leo más: el tío abuelo de Ware fue editor y ganó un Pulitzer en 1919; su abuelo fue periodista deportivo y jefe de redacción; y su madre, periodista y editora. Ahora lo entiendo todo. Quizá sin él mismo saberlo, Chris Ware es otro ángel guardián de los periódicos, uno de esos que hacen que los diarios sean imprescindibles.
“Está atormentado por muchas cosas, y tan ferozmente obsesionado con sus propios sentimientos y con el espacio íntimo de su trabajo que te rompe el corazón”, dice su mujer, Marnie. Le preguntaría a Marvin Teel si hubiera repartido en su bici ‘Fabricar historias’. Estoy seguro de que hubiera dicho que sí porque las historias que conmueven no entienden de soporte, no buscan la comodidad, no se preocupan de la asquerosa y cortoplacista rentabilidad. Las historias que conmueven hay que contarlas y propagarlas como alma que lleva el diablo. Ésas, y no otras mezquinas y autodestructivas que tanto atraen nuestra atención y que encienden Twitter. Nos va la vida en ello.