Ayer tarde regresaba a casa después de otro periplo.
Viernes maravilloso de julio.
En el coche, viendo pasar los campos de cereal ya asoleados, imaginé cómo sería el diario que anunciara el verano…
Ancho, sería ancho como los cuadros de Salaberri que estos días iluminan la Ciudadela.
Porque en un diario ancho caben todos, generosamente.
Porque en uno estrecho no caben las ganas, ¡y son tantas!
Hay pocas noticias al cabo del año tan venturosas como la llegada del verano, pero jamás veo que los diarios se transfiguren. Continúan manejándose con el ceño fruncido, estrechamente amarrados al corsé del invierno. No ensanchan el alma ni contagian ganas de vivir… a pesar de todo.
Las previas no deben ser nunca el corazón de un diario. Pero los diarios deberían mirar el mundo con ojos de previa o víspera: cuando la demasiada realidad es aún brumosa, cuando todo está por cumplirse. Serían otros diarios y servirían más de lo que sirven.
¡Verano! ¡Ya está aquí el verano! Ni que caigan chuzos de punta: es la gran noticia, la que estábamos esperando. Periódicos del mundo, periódicos de mi rincón favorito: enteraos.