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Brevísimo álbum del verano (9): Barcelona

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Fui a Barcelona recién.

Había marcado en la agenda ‘Big Bang Data’, que muestra en el CCCB el esplendor de los datos, su dictadura actual, diría yo, y por ahí algunas conexiones con la seguridad, la privacidad y el dizque arte. Nada me sorprendió, todo resultó previsible: ‘Big Bang Data’ me aburrió soberanamente.

De repente, hoy todo son datos. Miles, millones, trillones. A falta de intuición, la cosa consiste en repetir y contabilizar. En abrumar. Las visualizaciones resultan indescifrables; te hacen sentir tonto. Hay que resistir la tentación, rebelarse: la capacidad de almacenar cantidades ingentes de datos no nos hace más sabios ni más humanos. Su interpretación es una quimera. Lo registramos todo, pero seguimos más perdidos que un pulpo en un garaje.

Como por ensalmo, en el piso de abajo del CCCB me encuentro ‘Metamorfosis’. ‘Metamorfosis’ reúne a los cuatro nombres más importantes del cine de animación. Reconozco que no los conocía: el ruso de origen polaco Ladislas Starewitch (1882-1965), considerado el Mélies del género, el checo Jan Svankmajer (1934) y los hermanos estadounidenses Quay (1947). No encuentro palabras para definirla: es extraordinaria.

De repente, no hay un sólo dato. Por el camino, que es una experiencia única, aparecen insectos, marionetas, collages biológicos, fetiches africanos, órganos sexuales desaforados, decorados fantasmagóricos, escenografías delirantes, un bebé-árbol-pulpo amamantado y mecido por su madre ida, colecciones médicas, ojos patológicos, un diorama con la habitación de Gregor Samsa, fragmentos de películas, gritos al fondo, esqueletos, animales y vegetales antropomorfos, criaturas aberrantes… Y obras de Arcimboldo, Bosco, el increíble Athanasius Kircher, Goya, Ensor, Kafka, Bruno Schulz o Dalí, que ilustran y contextualizan el universo de estos fascinantes cineastas. Medio millar de piezas en total, un gigantesco ‘wunderkammer’ o gabinete de curiosidades.

“Yo busco lo fantástico en la realidad para dudar de ella”, dice Svankmajer. Que advierte y aconseja: “Si no empezamos otra vez a contar cuentos e historias de fantasmas antes de irnos a dormir y rememoramos nuestros sueños al levantarnos, nada podemos esperar de nuestra civilización occidental. Abandónate a tus obsesiones, intercambia sueño y realidad”.

De repente vuelven a mí los monstruos de Chodes, las fotonovelas. Todo lo que en la vida queda fuera de medida. Lo que no puede registrarse ni —seguro— visualizarse. Sueños, magia, ilusiones ópticas, sombras, márgenes. Radicalidad y potencia subversiva. Sin fórmulas ni seguridades.

De todo esto ha habido en abundancia durante 41 años en los estantes de la librería pamplonesa El Parnasillo, que de repente —o no tanto— cierra. Se fue FPO y El Parnasillo ha ido vaciándose de duendes y otros seres imposibles. Echan el cierre los libreros por jubilación y más cosas. Habrá metamorfosis en el ensanche pamplonés. Con suerte abren una tienda de chucherías, que no deja de ser otro gabinete.

“Los visitantes de un gabinete de curiosidades deberían salir metamorfoseados, renacidos, ya que acaban de pasar por un ritual de iniciación”, asegura Svankmajer. Así debería ser con las librerías, con los periódicos. No vitrinas sino objetos con adquieren vida propia y la irradian. Seres animados que nos espolean, que nos hacen dudar de todo y, por tanto, que nos hacen peligrosamente subversivos.

Todavía sobrecogido y —confío— un poco más subversivo que antes, deseo larga vida a estos diarios y a El Parnasillo.


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