Una niñita argentina me ha pintado hoy de colores las uñas de los dedos de la mano. Hasta brillantina les ha puesto. Si le dejo, me pinta las de los pies. Nunca antes me habían pintado las uñas.
Hace unos buenos meses, en otro verano austral, muy cerca de este río que tanto me recuerda al Jarama de Sánchez Ferlosio —aunque en nada se le parece—, esta misma niñita me pintó la cara. Luego nos hicimos fotos. Como hoy. No sé si antes me habían pintado la cara.
Lo que sí sé es que nunca antes había visto llorar a los directivos de un diario. Sucedió esta extraña, ubicua e intensa semana. Almorzábamos. Esas empanadas que me saben a gloria. Han sido meses difíciles, de mucha presión. La presión acaba supurando. En la mesa cada uno puso lo mejor de sí mismo, lo más auténtico. Nada va a arreglar la llorera, pero estoy seguro de que por ahí se les ha aparecido un camino de inmensas posibilidades que vale la pena explorar. Imprescindible hacerlo. El mejor periodismo que llevan dentro tiene mucho que ver con abandonarse por ese camino.
En los congresos periodísticos, sin embargo, sólo se habla de teléfonos. No se habla de ninguna otra cosa. Vaya rollo. Es como si habláramos de rotativas, de bobinas de papel o de los motores de los camiones que distribuyen los diarios. Tanta integración nos ha desintegrado el cerebro. ¿El corazón?
A los que quieren hablar de historias se les calla la boca. No tienen autoridad. Telefónica, supongo. Les llaman viejunos. Son tachados de antiguallas. Sólo los ‘avanzados’ digitales tienen la palabra, sólo ellos —parece— saben qué hacer. Al papel, que es lo vuestro, les dicen a los viejunos. Y no se os ocurra salir de ahí. Les conviene mantenerlos a raya, desacreditarlos. ¡Vaya si les conviene!
Pues no, nada de eso.
Hay que combatir de frente las mezquindades que nos matan, tanta estúpida vanidad que es un sumidero por el que se escapa energía a chorros: esa buena onda que necesitan los diarios. Dejar que pase un ángel. Llorar juntos. Humanizar radicalmente las redacciones.
Marcelo, que sabe un rato de esto, piensa como yo. ¿Teléfonos? Conversación.
Esta niñita con nombre de flor es un maravilloso diablillo. Voy a darme un poco de acetona en las manos, que si embarco con estas pintas…