Vi agua, a mares, en Madrid. Tanto calor fotográfico me debió de confundir.
Me quemé con fuego latino en las catacumbas de Cibeles y encontré a Zurbarán no en el Thyssen sino en Gran Vía esquina Guatemala. Decía llamarse Luis González Palma y trabajar obras catóptricas. En Recoletos penetré oquedades, hallé bustos clásicos y el cuello infinito de Rebecca. ¿Cómo pudo olvidarlo Paul Strand? China y Venezuela y la Alemania reconstruida y hasta Sunset Boulevard irrumpieron antes del almuerzo por la calle de Zorrilla construyendo mundos de hormigón como si tal cosa, ¡y a esas horas! En fin, olí una una rosa roja, saludé a cerdos volando y visualicéz —como se dice ahora— infografías vacunas de 30, 60, 90 y hasta 120 días de maduración que conformaban diverxos lienzos en Chamartín. Ya digo, el calor…
Cádiz es Chile, estrecho y alargado. La Habana es Cádiz, su malecón, qué más quisiera. Apenas un hilo de tierra une a Cádiz con San Fernando, la isla de Camarón, aunque de isla tiene lo que Pamplona. Por ese istmo donde caben apenas una carretera y una línea férrea ha desfilado media historia de España. Atrapado entre mar y mar, todavía puedo escucharla. Elegiría siempre ese lugar exacto.
Hoy he vuelto la cabeza: de la duna bajan a la playa unos veraneantes desconocidos. No son mis primos, ellos bajaron antes, desde el día 1 hasta ayer. Ya no están, ya se han ido, ya no son. Miro las hamacas, la terraza de la casa abierta al mar y al rayo verde. Las mismas hamacas tumbadas por otra gente son hamacas distintas. Nostalgia convexa.
Camino del aeropuerto, por la mañana, todas las señales anuncian, prometen: San Fernando, Cádiz, El Puerto de Santa María, Jerez. Pero uno devora kilómetros y nunca llegan. Desfilan lateralmente San Fernando, Cádiz, El Puerto e incluso Jerez, escurridizos, pasan de largo pese a lo prometido, no hay destino, el viaje es relativo, no colma jamás. ¿Dónde están, dónde su esencia?
Fernando me trajo un día un gorro de un soldado caído del Vietcong y así crecí. Cayéndome, levantándome. Quise ser periodista. Hasta ayer bajaba la duna, hoy el caído es él: en Chile esquina La Habana esquina Cádiz, puerta del mar.
No sé qué estoy diciendo. Espejismos de verano, ojalá que sólo una deshidratada pesadilla.