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Cadáveres exquisitos

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Están a punto de cerrar la sala. He llegado tarde, como casi siempre. Avanzo deprisa entre decenas de volúmenes autoeditados. Hay de todo: mucha obra supérflua y prescindible. Onanismos editoriales, una de las plagas de hoy. Otras, en cambio, tienen su interés. Selecciono algunas publicaciones al azar, las hojeo, continúo. Casi al final, me sale al paso un catálogo de color verde caqui. Es de Txuspo Poyo, un viejo conocido, y se titula ‘Cadáveres exquisitos’, en rutilante Helvetica Condensada; lo que me atrapa, sin embargo, es el segundo título o apostilla al primero y principal: ‘Intervenciones sobre obituarios de periódicos’. Lo abro. Encuentro un tesoro. No hay tiempo para más. Apunto la referencia. Ya lo compraré en Amazon, me digo.

Llega el libro a los pocos días. Leo. ‘Cadáveres exquisitos’ con sus intervenciones cobija 122 dibujos a bolígrafo realizados sobre otras tantas páginas de diarios que informaron del fallecimiento de personajes públicos de todo el mundo entre 2001 y 2014: Adolfo Suárez y Farrah Fawcett, Chavela Cargas y Emilio Botín, Alain Resnais y Diana de Gales, Ingmar Bergman y Margaret Thatcher, Lauren Bacall y Miliki, J.D. Salinger y Louise Bourgeois, Oscar Niemeyer y Sara Montiel… La serie arranca con un obituario que, estrictamente hablando, no es un obituario, aunque sí el primero por orden cronológico: la destrucción de la estación espacial MIR el 23 de marzo de 2001. Poyo incluye en la relación otro ‘obituario’ no personal: el de la banda terrorista ETA tras anunciar un alto el fuego definitivo. Convaleciente de una colitis ulcerosa en el otoño de 2004, el artista navarro comienza entonces a recopilar páginas. Encontramos a los españoles El País, El Mundo, ABC, El Correo, Deia, Gara, La Vanguardia y Expansión; a los franceses Libération, el diario de los obituarios inigualables, y Le Monde; a los británicos The Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mirror y The Sun; al alemán Süddeutsche Zeitung; a los estadounidenses The New York Times, New York Post, New York Daily News y Newsweek; al brasileño O Estado de S. Paulo. En total, diecinueve diarios y una revista. Sobre ellos, garabatea y tacha de manera intuitiva, automática.

Lo reconozco: nunca había oído hablar de ‘cadáveres exquitos’. Ángela sí, claro: “Surrealistas”, me dice sin dudar. Fueron André Breton, Paul Éluard y Tristán Tzara los que idearon en 1925 esta técnica de escritura —y creación— coral, anónima, intuitiva, espontánea, lúdica y casi automática. Su nombre se debe a la primera oración que alumbró el método surrealista: “El cadáver exquisito beberá el vino joven”. Sigo leyendo. Cadáveres exquisitos se basaba en realidad en un viejo juego de mesa llamado “consecuencias” en el que los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura y después la pasaban al siguiente jugador, que sólo podía ver el final de lo que había escrito el jugador anterior.

“Nadie sabe qué es el ser humano ni las posibilidades que tiene. Todos somos fragmentos”, le confesaba esta semana el dramaturgo Peter Brook a Aurora Intxausti. En las últimas semanas he visto morir a Fernando Múgica y a Miguel de la Quadra Salcedo; a Esteban, el padre de Bea, y a Javier, el padre de Luis. Simultáneamente, se bautizaba Gonzalo, hacía su primera comunión Pablo y se acaba de casar Marta. Fragmentos todos de este juego absurdo de cadáveres exquisitos en el que andamos inmersos. Carne de obituario.

El obituario es un género periodístico de primera magnitud, uno de los más difíciles, bellos e importantes, aunque la prensa española lo ha ignorado durante décadas. Todo lo contrario que los diarios anglosajones, para los que estas piezas llegan a constituir maravillosas joyas incluso literarias. “Los problemas profundos que tenemos son los mismos que tenían al principio de la humanidad”, remacha Brook. Nuestros diarios, en cambio, se empeñan en inventar nuevos y ridículos problemas, y sobre todo pagan dinerales por nuevas y ridículas soluciones. Cierro el libro de color verde caqui y pienso si Txuspo Poyo no ha tenido valor para anticipar y completar su relación de cadáveres exquisitos con el obituario más importante, aún por venir, quién sabe si mañana mismo: el del periódico, ese que con tanto entusiasmo andan elaborando al alimón los principales directivos de medios de nuestro país.


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