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El negativo de las imágenes invisibles

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Estudié periodismo porque quería ser como mis tíos Carlos y Fernando.

Carlos sólo me lleva doce años. Era más primo que tío. Soñaba con ser actor y trabajar en televisión. Cada cumpleaños me regalaba un revólver con su cartuchera, y hasta sombrero y la estrella del sheriff si se terciaba. Paseábamos en Navidad por Aranzadi y allí jugábamos a vaqueros. En un árbol junto al club Natación y a las viejas pasarelas del Arga grabó un corazón con su nombre y el de su novia, Mila. Nos lo enseñaba siempre. No lo encontrábamos a la primera. Un día me dijo que los Beatles se habían disuelto. Imposible olvidar la cara de su desolación. En su armario en casa de la abuela un letrerito escrito a mano decía privado, pero yo le fisgaba. Allí guardaba sus pesas y otras cosas. Para construirlas, vació dos grandes latas de mermelada Eva y las llenó de cemento. Más tarde, fui a su jura de bandera en Zaragoza, me llevó al estreno de ‘Las guerra de las galaxias’ y entró en TVE. ¡Cómo lo celebramos! Formó parte del equipo que lanzó los primeros informativos de la mañana. Me colaba al plató de Torrespaña, donde Manuel Campo Vidal y Concha García Campoy conducían el telediario. Ahora, por fin, interviene en spots y en películas.

Fernando me lleva veinte años. Vivía en Bilbao, pero nunca estaba. Andaba en guerras remotas con La Gaceta del Norte: la de los Seis Días, la del Yom Kippur, la de Vietnam, la de Nicaragua, la de Líbano… Conoció a los mejores reporteros de la época, casi todos franceses. Pudo escapar de Saigón el último día en uno de esos helicópteros que despegaban a trancas y barrancas de la azotea de la embajada norteamericana. Embarcó en un portaaviones y pilló una hepatitis que casi lo envía al otro barrio. Aún así, se las arregló para traernos un gorro caqui de un soldado caído del Vietcong. Mi hermano Dani y yo lo guardamos años como un tesoro. La vida nos cruzó en un diario local recién estrenado. Ya lo dice Elena: es mejor no mezclar familia y trabajo. Se ha jubilado hace poco de El Mundo y ha vuelto a Pamplona.

Carlos y Fernando siempre estaban haciendo fotos. Carlos, con su Pentax, era el fotógrafo familiar. La lata que daba para se nos viera a todos. Sus álbumes son crónica viva de unos años maravillosos. Fernando usaba unas Nikon de quitarte el hipo. Tenía también una Leica, tan poca cosa que yo no entendía por qué la veneraba. Él sacaba fotos de la familia más discretamente. Hoy, de cuando en cuando se saca un tesoro de la manga y nos lo regala. Se vino a Pamplona con los restos de un ingente archivo desordenado al que trata de poner algo de juicio. De Vietnam, por ejemplo, no le quedan negativos. ¡Para matarlo! Estos meses ha vuelto a la ‘trinchera’ y anda retratando la ciudad a su manera con un 50mm.

Como muchos ya saben a estas alturas, Libération circuló sin fotografías el pasado 14 de noviembre. No es que las sustituyera por otros recursos gráficos, como cuando el especial anual de cómic; en esta ocasión dejó en blanco los recuadros correspondientes a todas las fotos previstas para esa edición. Las escamoteó, como explica el texto de su portada. A modo de negativo de las imágenes invisibles, las fotos ‘desaparecidas’ se muestran ordenadas y en miniatura en la última doble página de esa misma edición.

El 9 de septiembre de 2009 Libération presentaba su ‘nouvelle formule’ con un eslogan emocionante: la información es un combate. El 14 de noviembre de 2013 se inauguró el festival París Photo y Libé decidió salir otra vez en primera línea. Ha querido reivindicar sin fotos el papel decisivo del fotoperiodismo. Sébastien Calvet, fotógrafo habitual del diario, deja la cámara y firma esta vez una columna que corta la respiración: ‘Fotógrafo de un diario’ (‘Photographe du quotidien’). Dice Calvet: “Soy y quiero ser fotógrafo de actualidad. Quiero hacer imágenes de archivo. Verlas envejecer y cubrirse de polvo como muebles valiosos”. Y denuncia: “Hoy, a los fotógrafos nos mantienen a distancia con barreras visibles y puestas en escena que cuentan una historia que no existe (…). Ser fotógrafo de actualidad en 2013 es luchar incesantemente contra la velocidad y la tiranía del directo. Nuestro reto es mantenernos fuera de la línea reservada a las cámaras”. No recuerdo nada igual.

Lo comentaba con Fernando hace poco a cuenta del inminente cierre del Magazine de El Mundo, que él lanzó en 1989: los diarios se jodieron —se joden— cuando decidieron arrevistarse siguiendo consejos de pacotilla. Cuando olvidaron que esto va de dar noticias. Cuando se acercaron al poder y se vendieron por un plato de lentejas. Cuando pensaron que eran imbatibles, inmortales, y regalaron la información. Cuando olvidaron que la información es un combate.

Este oficio no es como lo demás. Es sólo para combatientes. Emplazo a Libération a seguir en primera línea y a lanzar lo antes posible un Libé sin textos que reivindique todo lo que se jodió. No ha sido idea mía sino de Miguel Ángel Jimeno, volando entre Salta y Buenos Aires, en esta Argentina donde vaya si hace falta coraje periodístico. A Carlos y a Fernando, ex combatientes de lo buenos, les emplazo a seguir fotografiando sin dejar hueco el emocionante diario de nuestras vidas.


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