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Esto no es un periódico

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Un periódico era hasta hace poco un artefacto impreso compuesto aproximadamente a partes iguales por texto (tipografía) e imágenes (fotografías, gráficos y publicidad). La composición de la fórmula puede no ser precisa, pero creo que sirve para entendernos. De un tiempo a esta parte, ya no se considera periódico únicamente al artefacto impreso, es decir, el carácter de impreso no es lo que otorga la condición de periódico al artefacto. Pero los ingredientes (textos e imágenes, ahora en movimiento) son los mismos en las plataformas digitales. También, más o menos, su composición o reparto.

O al menos eso creía yo. Porque se viene detectando una peligrosa tendencia en la manufactura de estos artefactos llamados periódicos que los desnaturaliza hasta hacerlos irreconocibles. Afortunadamente, aún no se puede considerar epidemia. Ya veremos. Consiste la deriva en olvidarse del periodismo —selección y valoración— y en aplicar en la presentación de las noticias criterios de carta-menú. La tortícolis asamblearia, que todo lo invade: cada cual puede configurarse un diario —o una democracia o lo que sea— a su medida, según sus intereses. ¡Éste el verdadero futuro de los diarios! ¡Nada de filtros! Ay.

El problema no afecta sólo a las ediciones impresas; diría yo que incluso está más extendido en las ediciones digitales. Éste es un ángulo interesante. Uno tendía a pensar que la manera de consumir información no es igual en ambos soportes. Que probablemente los códigos visuales que funcionan bien en pantallas (ordenadores, tabletas, móviles) no son válidos en papel. Digo tendía porque no lo tengo del todo claro ahora.

Siguiendo este criterio comúnmente aceptado que diferencia el consumo en papel o en pantalla, los rediseños de las ediciones impresas de algunos diarios no hace tanto tiempo premiados por la Society for News Design (SND) muestran esta fascinación por incorporar códigos ‘extraños’. Se advierte en ellos una clara ‘tabletización’. Sus portadas no son verdaderas portadas sino puzles visuales para que el lector tenga la ilusión de clicar. Abrazándose al lenguaje de las pantallas, parecen proclamar, llegaremos a nuevas y más jóvenes audiencias, y por ahí encontraremos el elixir de la inmortalidad. La Presse en Canadá o, desde hace sólo un par de meses, Reforma en México son ejemplos significativos. Especialmente preocupante es el caso del diario mexicano, que extiende su estrategia en portadillas y páginas interiores y crea así un verdadero galimatías. Tengo que reconocer que hace unos años nosotros experimentamos por este camino (ver el rediseño el diario griego Eleftheros Tipos, en 2007), aunque en mi descarga diré que la fórmula consistía en un obligado equilibrio entre lo textual (el tema principal de portada casi siempre) y lo visual (las promos de temas secundarios). Este mismo equilibrio es el que probamos después en Libération (París, 2009) o Dagens Nyheter (Estocolmo, 2011), entre otros.

Un diario se tiene que parecer a un diario, tituló un libro Roger Black tras rediseñar en Suiza Tages Anzeiger en los noventa. Obvio. O no tanto. Los diarios se están olvidando de parecerse a un diario, a lo que son. En papel y en pantalla. Si peligrosa es la tendencia de algunos medios impresos, cada vez son más las ediciones digitales que apuestan por la carta-menú y la cuadrícula reticular: todas las noticias merecen la misma jerarquía. Lo que nos faltaba.

No sé si el lector de un diario en papel y el lector de un diario en pantalla comparten o no claves de consumo de información. No tengo datos a mano. Imagino que algunas sí. Las importantes. No tendría sentido que The New York Times fuese una cosa y su contraria en papel y pantalla. Hay diarios en cambio que sí caen en esta contradicción. Incluso diarios clásicos, serios, reputados. Más que el soporte, lo que debería condicionar la manera de contar es el alma del medio.

Cada vez que en un proyecto de rediseño impreso incluimos texto —texto base— en portada nos dicen que eso parece más una página interior. Que sobra texto. Que nadie lee ese texto. Cada vez que insistimos en que una portadilla interna, la portada de un suplemento, una gran fotografía a doble página… tiene que incorporar un texto, nos miran con cara de marcianos. Y, sin embargo, el texto es esencial. ¡Es lo esencial! El texto es lo que hace valiosa una página, lo que justifica quedarse. En un diario generalista, aunque también en uno deportivo y hasta en un popular, las portadas sin texto son menos valiosas. Gráficamente, funcionan peor porque el texto es la masa que vertebra y sujeta todo, lo que proporciona contraste y orden, lo que hace que una buena imagen destaque. Sin texto, comienzar a aparecer los rellenos, las imágenes hinchadas, las exageraciones. Y los diarios-menú, equivocadamente asamblearios, acomplejados.

El texto, sí, eso tan elemental que hace que un periódico sea un periódico.

PS. Termino esta entrada y caigo en la cuenta de que la página web de nuestro estudio es una carta-menú…


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