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Para qué sirve un periódico (9)

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Leía recientemente un interesantísimo artículo de Ernesto Hernández Busto en El País titulado ‘La casa del rumor’. En él, el autor —que edita el blog PenultimosDias.com— reflexiona sobre la dictadura del presente y la ilusión casi fáustica de poder que genera tanta tecnología. Pretendemos, alucinados, haber ganado la batalla del espacio y la del tiempo. No caemos en la cuenta de que es la tecnología la que nos ha devorado victoriosa… y monstruosa. Habitamos un lugar lleno de ruido y rumores confusos donde todo se reduce a “la inanidad gratificante” de lo inmediato.

“Hay un imperativo de ser feliz en todas partes, todo el rato”, corrobora el extravagante filósofo Roger-Pol Droit, autor de ’101 experiencias de filosofía cotidiana’. Droit, francés de París, 66 años, acaba de publicar ‘Si sólo me quedara una hora de vida’ y la doble conclusión a la que llega es de perogrullo… aunque no tanto: 1) es más importante sentir que reflexionar; y 2) la clave de la vida es escogerla.

No sé cuánta vida le queda a Oliver Sacks, catedrático de Neurología en la Universidad de Nueva York y autor de numerosos libros. Ni él lo sabe. (Ni nadie). A sus 81 años, le ha sido diagnosticado un cáncer de hígado irreversible, terminal. Eligió este mes las páginas de The New York Times (‘De mi propia vida’, el mismo título de la breve autobiografía de Hume) para referirse a ello con estremecedora naturalidad. “Debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Eso no significa que dé mi vida por terminada. Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero ahora estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, y adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento”. Sacks concluye así su breve despedida: “No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores. Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura”.

Todo esto lo he leído en un periódico. Qué suerte tengo.

Ah, también he leído la crónica de una diáspora bárbara: la de los eritreos que huyen de su país y acaban torturados en el desierto del Sinaí. Y otra crónica más, la de mi hija, que relata hoy otra diáspora: la de algunas decenas de tudelanos cuyas viviendas ha anegado el río Ebro, enloquecido estos días hasta el punto de convertir la Ribera en un mar.

Porque un periódico sirve para esto: para ensanchar la mirada y ser más humanos.

No para saber de qué color era el puto vestido.


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