El Universal es un señor periódico mexicano. El líder del mercado tanto en soporte impreso como en las distintas plataformas digitales. En 2016 cumple cien años. Yo ya estaba muy contento de venir trabajando con ellos en los últimos meses. Pero ahora lo estoy más porque para dar inicio al programa de festejos y actividades del centenario ha pautado no un concierto, cosa frecuente, ni un sorteo ni ninguna otra fruslería del tenor sino todo un Encuentro Internacional de Periodismo. El Universal ha querido empezar a celebrar sus cien años con una reflexión sobre el oficio. Me parece una estupenda noticia.
Los invitados al debate —que tuvo lugar en septiembre— fueron Fernando Savater, Elena Poniatowska, Juan Villoro, Nélida Piñón y Manuel Castells. Su plática en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco la siguieron más de 350.000 personas a través de redes y medios electrónicos. No está nada mal teniendo en cuenta que el interés por los medios decae, o dicen que decae.
En México me enterneció Piñón: “Soy una privilegiada, sigo teniendo fe en la narrativa, en la escritura y en los lectores. Nunca pienso en quién me vaya a leer; no existe para mí. Si yo pensara en un lector, pensaría en uno guapo, rubio, que me amara y tuviera un doctorado en Harvard. Aunque lo que me encantaría es ser leída por los niños que viven en el margen del Amazonas”. Me animó Villoro: “Necesitamos historias para soportar el peso del mundo. El mundo está muy mal hecho, nos queda a deber siempre. Necesita una ventanilla de quejas, y esa ventanilla es el periodismo. Nosotros le decimos al mundo: eres incomprensible, eres azaroso, abusivo, pero yo te puedo entender a través del relato”. Me advirtió Poniatowska: “Ser periodista es una lección de humildad”. Me clarificó Savater: “Si la información es verdadera, no basura, entonces no hay exceso”. Me retó Castells: “Las nuevas tecnologías aseguran el debate permanente”.
Regresé de México y regreso ahora de Copenhague, del congreso anual de la Society for News Design Scandinavia, pero aquí no he oído hablar de periodismo. Casi ni de diseño, lo cual es todavía más extraño. “Esto se acabó”, nos cortó la respiración Bjarke Myrthu, de la compañía BlindSpot, y marchó tan fresco. No os equivoquéis, nos dijo, “antes la gente tampoco pagaba por el contenido sino por el acceso al contenido, lo que pasa es que ahora ese acceso es gratis”. La gente de Vox Media, uno de los últimos referentes digitales, se limitó a desgranar su plantilla de cien personas (ingenieros, diseñadores, product managers…) y a promocionar las dos plataformas que han creado para gestionar contenidos y anuncios. Hacen unos contenidos nativos para marcas formidables, dicen. (Así es como ahora se denomina a los publirreportajes de toda la vida). Vino después Henrik Matt, del nuevo Moesgaard Museum (MoMu) de Aarhus, “un museo sobre la gente”. A la hora de concebirlo, contó, su gran objetivo fue que en el museo no hubiera textos para leer. Y así continuó el congreso.
No sé qué pensar. Lo que leo a renglón seguido —una larga entrevista a Gastón Roitberg, editor digital de La Nación en Buenos Aires y compilador del libro ‘Periodismo disruptivo, dilemas y estrategias para la innovación’— tampoco me ayuda a entender. Me pasa la entrevista Miguel Ángel Jimeno con un poco de mala intención, aunque él diga que no. Entre otras cosas, le preguntan a Roitberg por los perfiles nuevos que se necesitan en los medios, y su respuesta me recuerda a los de Vox: editores de audiencias, programadores, ingenieros, diseñadores, project manager, periodista-planificador… “Las redacciones van a ser cada vez más parecidas a un start up tecnológico. El periodismo sin tecnología va a ser un periodismo muy restringido”, asegura. Me abruma. Algún día después, todavía sigo dándole vueltas a qué será eso de periodista-planificador…
Si hoy es 5 de octubre es que estamos en otoño. El otoño en la selva de Irati es dos veces otoño, casi como el Amazonas de bonito, querida Nélida. Por primera vez en años vislumbro un futuro incierto. Una empresa ha de estar en constante reinvención, aseguran los expertos y sus manuales. No tener miedo al error o al fracaso. Afrontarlos de cara. De acuerdo. Pero, por favor, llegada la ocasión, nada de start-up tecnológico. No me interesa. Yo lo que quiero tener es una ventanilla.