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Pajaricos de papel

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Quizá aquel inversor en bolsa no había dormido en toda la noche. Quizá desayunó el trozo frío de pizza con pepperoni que había quedado de la noche anterior y paseaba por el despacho con su mug, su ubicua taza blanca llena de café americano, intentando abrir los ojos entre legañas y metiéndose un lado de la camisa dentro de los pantalones. Quizá cogió de modo descuidado uno de los papeles que cubrían su escritorio y, con aquella hoja llena de gráficos y cifras, hizo un avión de papel. Damned numbers. Abrió uno de los ventanucos de los servicios, las únicas ventanas que se abrían en aquel rascacielos, se subió a la taza del váter y lanzó el avión, y lo vio caer erráticamente hasta que desapareció de su vista.

Puede que, en aquel momento, Harry Smith pasara por aquella calle. Y, al ver la frágil criatura a merced del viento, se lanzara a por ella, enloquecido, saltando de aquí para allá, una pierna aquí, un manotazo por ese otro lado, gesticulando, mirada hacia arriba, hasta lanzarse de cabeza hacia un taxi y, en el último segundo, rescatar al avión de papel. “¡ÑIUUUUUUU!! ¡PIIIIIIIIII!!” Mi tesoro.

Harry Smith era un cineasta, músico, antropólogo, bohemio, artista, místico y coleccionista de objetos peculiares. Figura representativa de la generación Beat, una de sus contribuciones más importantes fue la “Anthology of American Folk Music”, publicada en 1952, una recopilación de grabaciones realizadas a partir de su colección particular, que incluía sonidos de los años 20 y 30. La obra influyó posteriormente el “Folk & Blues revival” de los 50 y 60 de autores como Baez o Dylan.

Entre otras cosas, Smith coleccionaba objetos peculiares. Huevos de Pascua ucranianos, telas de los indios Seminolas o figuras geométricas hechas de cuerda.

¿Tantos aviones de papel construían los neoyorquinos? Aparentemente, sí. Desde 1961 hasta 1983, coleccionó cientos y cientos de aviones de papel que encontraba en las calles de Nueva York y los almacenó plegados en cajas de cartón. Aunque no está claro qué pasó con la mayoría de ellos, se conserva una selección de 250 en los Anthology Film Archives.

Pequeña muestra de la colección de los aviones que encontró Smith

Dicen los que lo conocieron que enloquecía para recoger aquellos objetos. Lo que le llamaba la atención de las figuritas eran sus formas variadas, texturas, colores. Trocitos de papel que hablaban de la historia de sus dueños desconocidos. Aviones con nombres como X-elsior, aeronaves torpes recortadas a mano que posiblemente cayeron en picado, aviones de diseño, minimalistas, con colas estrechas o puntas afiladas, hechos con mapas de la ciudad, recortes de revistas, texturas, anuncios de Pizza. Uno de ellos está hecho con la página de un libro escolar. En él, un niño con anhelos de piloto escribió: “Oh, cómo me gustaría poder volar, ¡hay tantas cosas en el cielo!”

Visto en The New Yorker.

Harry Smith


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