Tenemos Teresa y yo una rutina que consiste en ver todos los días media hora del programa de Wyoming, porque tiene mucho espacio para la publicidad. Nuestro juego consiste en contar las veces que aparece un teléfono móvil, tablet o similar en cada uno de los anuncios. De los 15 o 20 anuncios que vemos, normalmente dos o tres se libran. Pero en el resto de anuncios el teléfono suele ser no ya el objeto sino el protagonista de la historia.
Tengo que decir que como protagonista es un soso. Repite siempre el mismo papel. Siempre vestido igual, siempre plateado y no se mueve del centro de la pantalla. Todo gira entorno a él en cámara lenta y sus diálogos se reducen a un globito luminoso emergente de vez en cuando. Si me das a elegir entre un teléfono móvil o Keanu Reeves, pues no sabría qué decirte. Sé que no le puedes pedir muchas cosas a un aparato que apenas tiene brazos, aunque cuando va atado a un brazo, dentro de una de esas fundas deportivas entonces puede ser aún peor.
No es el primer actor no humano que protagoniza los anuncios de la tele, desde luego. Si hasta la propia televisión fue la protagonista, antes que el ordenador personal o las videoconsolas, habitantes de nuestras casas a los que ahora añoramos. No es manía, no puede serlo, es sólo eso, que como actores me quedo más con los de carne y hueso.
El smartphone me parece uno de los mejores inventos en lo que llevamos de siglo, pero como actor me quedo claramente con Maxwell Smart. Y su zapatófono daba bastante más juego.