El maravilloso edificio de Alvar Aalto en el corazón de Turku no lo habita ya Turun Sanomat sino un restaurante venido a menos y despachos y oficinas varios. Hace tiempo que el diario y sus gentes marcharon al extrarradio, un lugar precioso entre bosques bálticos, pero frío como el demonio y sobre todo lejano. No hay personas alrededor. Me tratan de maravilla, la redacción es un lujo, pero se me hiela el alma.
Turun Sanomat sigue siendo al menos un diario sábana, que es ser más diario que uno tabloide. Por lo general, los diarios asabanados que abrazan el elixir tabloide se vuelven livianos. Buscan aire (y ahorrarse una pasta) y pierden peso. Y un diario tiene que pesar. Mucho. A los amigos finlandeses les digo que resistan la tentación, que no sucumban. Son los últimos de Filipinas en Finlandia, que también empieza por efe. No creo que me hagan caso.
Por eso me gusta El Mundo estos meses: porque va contra corriente. El espíritu rodrigosánchez de Metrópoli ha bajado del torreón y ya se enseñorea de las estancias nobles del periódico. ¡Ha conquistado incluso la portada! La ha hecho grande y poderosa los domingos. Otros días va y pinta —como hoy— la cabecera. Creen. Y eso está muy bien.
Este blog cumple ahora cinco años. Mi hijo Javier, hijo de un 20N, veinte. Cuarenta exactos hace de la muerte de Franco, que sucedió cuando yo tenía nueve, salía de casa como cada mañana y alcancé a leer la portada del diario en el felpudo de Amparo, la querida vecina. Un diario sirve también para saber cuándo toca vacaciones. Alcanza el centenario en México El Universal. Y llega a ciento diez Turun Sanomat. ¡La de cosas que caben en cinco, veinte, cien o ciento diez años! ¿Cabrían en una portada tabloide, en una sábana?
En Finlandia muchos diarios, tabloides y sábanas, no tienen portada. Les pasa como a los diarios digitales, que tampoco la tienen mal que les pese (o, ya que hablamos de peso, por que no pesan). Es un señor problema éste de Finlandia. Los anuncios copan las portadas todos los días y los diarios deben trasladar su primera página a la página 3. En España y en otros países también pasa de vez en cuando; allí es un día sí y otro también. Lo malo es que ante semejante ocupación los diarios comienzan a seguir la estrategia del líder Helsingin Sanomat, que ha decidido apostar por un gran índice-muestrario desplegado en páginas 2 y 3. Y se me dirá: ¿qué mejor que una portada doble? A lo que contesto muy convencido: eso no es una verdadera portada. Una portada es una portada. Una sola página: icónica, poderosa, memorable. Para enmarcar y visitar, como se hace con la gente y con las cosas importantes.
Me gustaría celebrar como se merecen todos estos aniversarios y el hecho de estar vivos, pero sobre todo el quinto año de nuestras erreadas. Se me ocurre una: hacer miles de copias e instalar en todos los periódicos del mundo el lector impenitente de bronce que exhibe El Universal en su recibidor. Exportar del corazón de Reforma y contagiar a cuantos colegas existan no pantallas táctiles ni proyecciones deslumbrantes sino tan sólo este lector de bronce discreto y fiel. Y, por qué no, de paso llevarlo también a todos los confines de la Tierra: a los atestados aeropuertos y a las populosas canchas de fútbol, a escuelas y hoteles de ejecutivos, o de turistas, a galerías comerciales, a ciudades del norte y poblados del sur, a playas, desiertos y selvas, a islas perdidas, a Groenlandia o a la cima del Everest.
Como regalo de cumpleaños, pediría que los diarios volvieran a ser sábanas, que las redacciones volvieran al centro de las ciudades y que nunca, nunca nos fallen nuestros lectores. Ah, y que nosotros los sepamos buscar y nos los merezcamos.