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Channel: Erreadas
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Branded content

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El escritor Manuel Rivas citaba a René Char al comienzo del Festival Eñe 2015, que tuvo lugar recientemente: “Tienes prisa por escribir / como si fueras con retraso respecto de la vida”. Me vienen Rivas y Char a la cabeza estos días que camino con Henning Mankell sobre arenas movedizas…

El penúltimo chute paliativo de los diarios se llama ‘branded content’. Quizá ya es el antepenúltimo y no me he enterado todavía. ‘Branded content’ es una muy cuidada (y cínica) manera de evitar la palabra maldita: publicidad. A mí en la facultad y siempre me enseñaron que la información y los anuncios son como mucho compañeros de piso y mal avenidos, pero no de cama. Eso, cuando las facultades se llamaban de periodismo; ahora que se llaman de comunicación es otro cantar.

Porque el corazón de las facultades de comunicación no es periodístico sino corporativo, el ‘branded content’ campa a sus anchas. Sofisticadamente, eso sí. Todo esto, en el fondo, no es sino una muestra más de eso que los diarios llaman puertas giratorias… para señalar a otros. No caen o no quieren caer en la cuenta de que el presentador lee muy serio las noticias y, sin solución de continuidad, y no menos serio, anuncia de pronto la irresistible oferta de una telefónica. No me extraña que a Gerva (Gervasio Sánchez) se le lleven los demonios.

En fin, a los diarios les pasa como a las facultades. A falta de anuncios, venden sus páginas a los bancos y las disfrazan de foros de debate donde se habla, en el mejor de los casos, del sexo de los ángeles. En esos foros con mantel surtido se da cita lo más selecto de la sociedad local o nacional, todos y todas bien peinados para la foto. Al día siguiente, al pobre lector se le castiga con seis u ocho páginas de estúpida crónica social y largos pies de foto para que no falte nadie. El diario llena sus páginas y el banco las paga, discretamente. Todos contentos. ¿Todos contentos?

Uno de los diarios de mi rincón ha estado dando la lata durante semanas con su debate electoral. Han sido decenas de páginas autorreferenciales, bien en forma de contenido pseudoeditorial bien en forma de abierta publicidad. La excusa: el primer debate en internet en la historia de España.

No leí las previas, no seguí el debate. Compré el diario al día siguiente. Me encontré…

• una portada monográfica, con la excepción de una breve información a una columna sobre la cumbre del cambio climático;
• un titular en portada a cinco columnas y dos golpes, tan grande que cuando vi el diario en el quiosco lo primero que pensé es que se había producido un nuevo atentado yihadista… o que había resucitado Emilio Botín;
• este titular: “El debate de El País consolida las opciones de cambio el 20D”;
• este artículo editorial: “Gracias al debate de El País, internet se asienta en las campañas electorales españolas”;
• en el interior, diez páginas de cobertura;
• la firma de veinte periodistas, entre columnistas (cuatro) y reporteros;
• la misma foto del escenario tomada por tres fotógrafos desde ángulos diferentes, mostrando siempre, como era de esperar, el atril vacante de Rajoy: a cinco columnas en portada, a ocho columnas en la apertura de sección, y a tres, cinco y dos columnas y media, respectivamente, a continuación;
• una ilustración y dos gráficos.

No sé cuántas personas más, al margen de los firmantes, estuvieron de uno u otro modo en la cobertura del debate.

No hice recuento de la cobertura en internet: fue abrumadora.

No acabo de entender por qué los diarios acaban hablando de sí mismos.

No encontré en el diario del martes una sola línea sobre la muerte de Pío Caro Baroja, hermano de Julio, el último de la dinastía irrepetible de Itzea. Caro murió en Málaga el lunes 30, el día del debate. Tenía 87 años. Era un ‘bon vivant’. Administraba a su manera el legado de la familia, y lo administraba bien: a diferencia de Julio, él prefirió dar a conocer las novelas faltantes de su tío Pío Baroja, las de la guerra civil.

Pero los periodistas del diario de mi rincón andaban demasiado ocupados en disfrazar periodísticamente un nuevo y versallesco ejercicio de ‘branded content’. Nuestras arenas movedizas.


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