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Pobre San Fermín

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Vivo en una tierra en la que la caja de ahorros local, hoy desaparecida o, más estrictamente, subsumida en otra más grande de fuerapuertas, pretendió durante un tiempo hacernos comulgar con ruedas de molino. “Tú eliges, tú decides”, proclamó a los cuatro vientos. Y se gastó hasta el último céntimo en aquella perotata cínica. Juramentó para la ocasión a buena parte de su plantilla, que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en correveidile ciega y sorda, ajena a razones, tonta útil. Tú eliges, tú decides, sí… ¡Como si nos hubieran dejado elegir de verdad! Bajo aquella falsa pátina de democracia bancaria, la caja se cargó, por ejemplo, una tradición cultural de décadas y convirtió el reparto de la obra social en una especie de egoísta y amañada subasta que se dilucidaba últimamente en las redes sociales. Igual que se manejan las votaciones de los concursos de telerrealidad… Vaya tela.

Es lo que Alain Minc decía a proposito de la red, que ha transformado de arriba abajo la esfera intelectual: “Internet crea un gran baño democrático que anula todas las jerarquías”. O lo que denuncia Mario Vargas Llosa en ‘La civilización del espectáculo’. O lo que, con sorna, reconocía-denunciaba Carlos Boyero en su crítica de hace dos semanas a la película ‘Tesis sobre un homicidio’, dizque de final abierto: “Un amigo más perceptivo que yo soluciona mi desconcierto al aclararme que la intención del director es hacer un final abierto. O sea, que cada espectador saque sus propias conclusiones ante lo que le han narrado… Soy tan pedestre como elemental. Mi embrutecimiento sigue empeñado en que me lo dejen todo muy clarito: en saber quién es el asesino”.

¿Por qué se ha puesto tan de moda ese asambleario “que el pueblo elija”? Resulta pavoroso, de consecuencias inimaginables. O perfectamente imaginables… Bien que afecta también, para mi desgracia, al periodismo, y por ahí se ha degradado un rato, aunque empiezo a vislumbrar algunos síntomas clarificadores después de tanta ceremonia de la confusión con etiqueta de periodismo ciudadano, etcétera. Los ‘motion graphics’ de The New York Times son un monumento a lo que pide a gritos el bueno de Boyero: que me lo expliquen, por favor, que me lo expliquen. Eso es lo que espero yo de un buen diario.

La moda de la participación —que disfraza en realidad un decepcionante pensamiento débil— hace tiempo que se inoculó en certámenes de todo tipo. En mi tierra, de nuevo, que ya veis que da para mucho —¡con lo pocos que somos!—, el cartel anunciador de las fiestas de San Fermín se elige cada año por votación popular. Y así nos va. Puestos a presumir de democracia artística, ¿se le ha ocurrido a alguien preguntar al Santo? Buf, a ver si al menos nos echa un capote.


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